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La importancia de amarse a uno mismo, según la psicología


La palabra autoestima se ha vuelto cada vez más común, sin embargo, poco sabemos de cómo mejorarla, es como si se estuviera esperando que pase algo exterior que aumente nuestro amor propio. Según la psicología cognitiva, es mejor hablar de auto concepto, que nos permite responsabilizarnos de la situación, es decir, trabajar en mejorar la visión que tenemos de nosotros mismos. Por lo tanto, adquirir la responsabilidad de trabajar en transformar la tendencia automática mental a vernos de manera negativa o agresiva. La percepción que tenemos de nosotros mismos, surge de la familia, la experiencia y la cultura.

La información que tenemos desde niños influye en la percepción de nuestro lugar en el mundo y la manera de auto observamos. Constantes críticas y descalificaciones en la niñez, pueden hacer que la persona considere que para ser amado, por sus seres nucleares tiene que hacer cosas. Aquí empieza la idea del valor por lo que se hace y no por el simple hecho de existir. Desde los dos años empieza en el niño, el control de los esfínteres y es ahí donde empiezan los padres, a introducir las normas. Se les enseña a los infantes que tienen que dejar el pañal y empezar a ir al baño, esto es lo correcto dentro del desarrollo psicológico normal, sin embargo, el problema radica en exagerar la exigencia, dando el mensaje al niño que lo que sale de él es sucio. Poco a poco se empieza a desarrollar una percepción interna de que tengo algo defectuoso, que tengo que cambiar, es decir, no me acepto como soy. La cantidad de reglas familiares y escolares llevadas a un extremo, van introduciendo una percepción interna de que siempre tengo que autocorregirme y cambiar para ser amado. Desde la escuela, se entrena al niño para que pierda su autenticidad y se rija a la norma, siendo premiado cuando cumple con las expectativas externas. De esta manera el medidor del valor propio, empieza a darse en cuanto el resto me valide. Por esta razón, la mayoría de gente busca la aprobación del resto, para sentirse valioso y empezar a amarse a sí mismo; lo cual es peligroso porque pone en una situación de vulnerabilidad a la persona.

Otra de las variables que influyen, para desarrollar el amor hacia mí mismo, son las experiencias que se van adquiriendo a lo largo de la vida. Esto va determinando la autopercepción que construimos. Como se mencionó anteriormente muchos de los recuerdos del autovalor, se construyen según las opiniones externas, que pueden variar entre buenas y malas, lo cual al ser sobrevalorado, vuelve a las personas dependientes del que dirán. Por lo tanto, es importante observar de manera objetiva los logros personales y experiencias positivas, más allá de las opiniones externas.

La cultura es otro determinante en la manera en que nos miramos. Si la idea grupal es que siempre hay que tirarse hacia abajo a uno mismo, porque es mal visto el orgullo, la tendencia será a pensar de esta forma. El mensaje que recibimos, es que ser víctimas o vernos mal tiene un beneficio secundario, que es la aceptación social. Por lo tanto, el trabajo es cuestionar la visión culposa y castigadora generalizada, empezando a sentir que tenemos el derecho de construir con nuestra voluntad una percepción personal de superación.

Es importante alagarnos y recalcar cada día nuestros aspectos positivos, logros y cualidades, dejando a un lado el auto flagelo. La tendencia mental a la crítica y a la agresividad es más fácil que desarrollar una mente tranquila, que produzca pensamientos motivadores hacia uno mismo. El origen de esa autodestructividad, viene desde la cultura en donde lo más frecuente es la negatividad y la crítica hacia el resto y hacia uno mismo. En los países andinos, por ejemplo, existe una tendencia, de vernos como inferiores, frente a otros países. Un argentino o norteamericano no tiene miedo de hablar sobre su valía y su capacidad, en cambio en el contexto en el que nos movemos es mal visto la ambición y la seguridad. Por lo tanto, el trabajo del cambio empieza desde ahí, sabiendo que somos tan capaces como cualquiera y que no está mal sentirnos seguros y demostrarlo.

© Shutterstock

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Mencionados algunos pilares del auto concepto, el trabajo radica en un cambio voluntario y constante, para entrenar a la mente hacia una visión real y positiva. Los beneficios son innumerables, dentro de ellos está la sanación de muchos de los problemas psicológicos. La depresión, por ejemplo, tiene en muchos de los casos, una visión precaria del yo, que desmotiva el desarrollo de otras áreas. En el caso de los trastornos de personalidad, las respuestas desadaptativas en la interacción son un mecanismo para proteger al yo de ser lastimado, para sentirse más seguro. En los problemas de pareja también se proyecta mucho la inseguridad personal, viendo al otro como el responsable de dar amor y seguridad, lo cual, a la larga, desencadena en celos, posesividad e incluso infidelidad, cuando las expectativas no son satisfechas. En el espectro de la ansiedad es igual. La persona tiene una necesidad de controlar el exterior para lograr una seguridad interna escasa. La fobia social también se origina de la necesidad de aceptación social para sentirse valioso, es por eso que se prefiere no exponerse a la gente, porque la crítica resulta muy dolorosa. Por lo tanto, el trabajo con el amor propio es la base fundamental para la salud mental.

Un buen autoconcepto se lo logra, no con un milagro, sino con la determinación constante, de verme de manera amorosa; revisando diariamente mis fortalezas, virtudes y cualidades. A partir de esto, desarrollar una percepción positiva de uno mismo también ayudará a que ser más tolerante y aceptante con el resto, porque ya no se depende del otro para sentirse bien.



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