La dependencia emocional y sus dramas
Amar sin fin, hasta morir, ¿el camino correcto hacia la felicidad? Muchas historias de amor que nos han contado usan como atractivo principal una dependencia extrema y exagerada entre los protagonistas. Hemos interiorizado una visión del amor a través de la cual creemos que para respirar necesitamos del otro, que si el otro no está la vida ya no sirve, que si no hay pareja la vida no tiene sentido. Romeo y Julieta murieron, que eso nos deje una lección de que el amor llevado al extremo puede terminar en la destrucción. Son muchas las personas que van a terapia porque caen en depresión por tener una relación de dependencia afectiva, en donde no están nunca tranquilas a pesar de que su pareja está a su lado, porque tienen pánico al abandono o unos celos terribles que minan la paz mental.
Hay otras personas que no pueden manejar la soledad, por lo que van de pareja en pareja, sin ver primero la compatibilidad, sino que el otro se vuelve un objeto para lograr manejar el miedo a estar solo.
Cuando la relación cae en términos de dependencia, el dependiente desarrolla una conducta poco equilibrada, en donde empieza a volver el centro de su vida al otro, olvidándose de sus metas personales, abandona su círculo social, su familia, sus intereses profesionales y hasta se olvida de su identidad. A partir de esto se vuelve una especie de esclavo del otro, en donde está dispuesto a renunciar a cualquier cosa, con tal de mantener la relación, por el pánico del abandono. En estos casos la persona dependiente, puede tolerar maltratos, infidelidades o desplantes, porque no ha construido una estructura interna de respeto propio y la posibilidad de preferir estar solo a ser maltratado.
El problema de esta situación es que la pareja no logra desarrollarse en términos de felicidad y salud, porque los dos de alguna forma se convierten en maltratadores del otro. La persona dependiente desarrolla técnicas de manipulación para controlar el tiempo del otro, le persigue, le reclama si la persona tiene espacios personales, llora o toma una actitud de víctima. Mientras tanto, del otro lado, la persona que sabe de la dependencia de su pareja, pierde el respeto, los actos de cariño y desarrolla una actitud de superioridad que el otro le ha otorgado. A veces los dos lados se complementan porque puede haber una codependencia en donde el uno necesita perseguir y el otro ser perseguido. Sin embargo, el problema de estas relaciones es que los dos pierden la posibilidad de enfocar la energía en otros aspectos de la vida que también son importantes y que muchas veces son descuidados, por el gasto emocional que implica una relación tan intensa.
Las causas de la dependencia emocional son varias, entre ellas están experiencias de la niñez de abandono, de falta de cuidado, maltrato o un modelo parental similar. Otra de las causas es un modelo cultural que sobrevalora a la pareja, quitándole valor al individuo, de esta forma el hombre o mujer soltero se siente como si tuviera un problema por resolver, que es el de conseguir pareja a como dé lugar, sin importar si la pareja es la ideal. La falta de un sentido de vida, también contribuye para que la pareja se vuelva el centro del que se carece. Otro punto es la falta de identidad, en donde la persona no sabe que quiere o necesita para sí mismo, y es alguien a partir de la compañía de otro. Sus sentimientos se reflejan en una baja autoestima, en sentir que no es valioso, y que el valor viene dado de la pareja. Finalmente, situaciones negativas en relaciones pasadas, se pueden desplazar a la nueva relación desde un sentido de miedo al abandono o al engaño, si la persona no trabajó con lo pasado.
Para superar la dependencia emocional el primer paso es reconocerlo. Esto se da cuando la persona llega a tocar fondo y el malestar se vuelve tan alto, que se da cuenta que necesita cambiar en algo, sea porque la pareja le dejó y no sabe cómo superarlo o porque estando en pareja el miedo a la separación se vuelve una tortura.
Después de reconocer el problema, hay que sanar heridas de la niñez con un padre o madre posiblemente ausente o maltratador.
El tercer paso es cambiar la interpretación de lo que es el amor, entender que ninguna relación va ser feliz, sino se tiene confianza en uno mismo, realización personal, actividades motivadoras individuales y metas. Porque en caso contrario las relación termina asfixiándose en el control, la falta de espacios y los reclamos.
Aprender a estar solo, encontrar un sentido a la vida y una razón para ser feliz, sin la pareja es el camino. Una vez que encuentro mi propia felicidad puedo compartirla con otro, sino no tengo nada que dar.
Desarrollar metas y actividades enriquecedoras, en donde se integre la vida social, familiar, el trabajo, los pasatiempos, el ejercicio, entre otras, en donde no esté siempre implicado alguien del sexo opuesto es una solución.
Se debe mejorar la relación interna con uno mismo, aprender a relajarse, superar problemas de ansiedad o depresión guardados, tener un diálogo interno saludable, aprender a estar bien sin nadie más y disfrutarlo.
Salir de patrones de dependencia es un trabajo que implica tiempo y conciencia, pero vale la pena. Porque detrás de eso está el verdadero amor, un amor en donde se escoge estar con el otro por elección, no por necesidad para llenar huecos no resueltos. El amor verdadero no usa al otro como bastón para sanar patologías, sino que comparte lo sano, la felicidad, el espacio, que se puede desarrollar cuando los dos individuos se siente felices de manera individual.