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La sensibilidad emocional y la Navidad


La Navidad es una época importante dentro del ciclo de un año. En la antigüedad se celebraba en estas épocas el solsticio de invierno, que es la noche más larga del año, dando paso al inicio del invierno y al fin del año. En la tradición católica se festeja la llegada del niño Jesús, que simboliza la esperanza espiritual y el renacer del alma. La Navidad nos pone en contacto con aspectos olvidados de nuestro ser interior, recordándonos que hay valores familiares y espirituales, que pueden haber sido olvidados el resto del año.
En esos momentos es cuando consciente o inconscientemente se mueven aspectos afectivos, que durante todo el año se han quedado guardados bajo la alfombra, A esto se suman los compromisos familiares, en donde muchas veces se remueven situaciones no resueltas o se recuerda a personas que partieron, muchas veces produciéndose melancolía.
Por otro lado, la sociedad de consumo aprovecha la época para crear más necesidades materiales y las personas pueden verse entre la espada y la pared si sus recursos económicos no les permiten conseguir regalos para todos. La idea del sistema de consumo de dar regalos en Navidad sobrepasa la idea de un detalle afectuoso y obliga a comprar sin control, en un tiempo limitado, usando las tarjetas de crédito para endeudarse y en lugares atiborrados de personas. Esta situación puede volverse muy estresante y puede descontextualizar el verdadero sentido de la Navidad.
Muchas veces a esta situación también se suma el caos urbano, lleno de tráfico y el sin número de compromisos sociales y empresariales, haciendo que la persona entre en un alto nivel de tensión y esté más propenso a irritarse, discutir o pelear.
La pregunta detrás de todos los eventos acelerados de la Navidad radica en cómo encontrar la forma, para que se vuelva una época de celebración y alegría, y no de malestar.
Una herramienta importante es sentarse por un momento y preguntarse internamente qué significado tiene esta época para mí o qué sentido decido darle, más allá de una idea prefabricada externa. Si soy una persona católica, poderme acercar a la esencia cristiana puede dar una gratificación emocional al festejar la llegada de Jesús, un ser de luz que trae alegría a la Tierra y que simboliza al nacer, la posibilidad de renacer internamente, buscando sacar lo mejor del interior, la dulzura, el amor, la paz, la gratitud. Ir a la iglesia, rezar junto al pesebre y compartir ese espacio en familia ayuda a encontrar la estabilidad, poniendo una distancia a las presiones externas.
Por otro lado, que se muevan conflictos emocionales no es necesariamente malo, de hecho, puede ser un buen momento para sacar lo guardado, y transformarlo en comunicación y perdón. Se puede aprovechar la época para volverse a ver o decir un te quiero escondido.
La Nvidad también puede ser vista como un final o inicio de un ciclo muy valioso en donde se haga una introspección constructiva de las cosas que se pueden mejorar y metas para la siguiente etapa, con un marco interpersonal. La Navidad al mover emociones no solo nos lleva hacia el estrés, sino también ante la posibilidad de reconciliarnos con familiares cercanos, con nosotros mismos, y sacar la generosidad hacia los que nos rodean y hacia los más necesitados. Es un momento en donde se puede dar incluso un despertar espiritual, para crecer internamente.
Se puede también utilizar la fiesta social como una manera de diversión, ver la posibilidad de disfrutar de la euforia colectiva, como un momento de salir de la rutina, de disfrutar de las luces, los colores, los árboles y la alegría característicos de la época. Hay que aprovechar la posibilidad de utilizar el momento para demostrar a las  personas queridas que son importantes, no necesariamente con algo caro, sino con un detalle, una sonrisa o un abrazo. Si así lo decido puedo buscar el pretexto de la Navidad, para dar amor y disfrutar de la reunión familiar para compartir. Como siempre se habla dentro de la terapia cognitiva, soy lo que pienso, y puedo decidir qué conceptos y qué matices dar a los sucesos desde la responsabilidad de lo que quiero sentir.
Es importante decidir cómo voy a llevar la Navidad, qué es lo que necesito, qué me hace bien, qué sentido tiene para mí. Lograr por momentos sentarse, relajarse, contactarse con lo que está atrás de la celebración y desde ahí moverme, a partir de lo que necesito y necesita el resto. La búsqueda del centro ayuda, dejando de lado lo trivial, para volver al interior y aprovechar lo que sí me da gratificación en la época navideña.



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