Humo negro salió en la primera votación del cónclave, encargado de elegir al nuevo Papa. Luego de dos horas de concentración a puerta cerrada, los 133 cardenales no alcanzaron un consenso para nombrar al sucesor de Francisco, luego de su fallecimiento a los 88 años el pasado 21 de abril.
Luego de la votación, los papeles donde consta el nombre del candidato elegido por los cardenales van a un horno, el cual al quemarse reflejan el humo. En caso de existir un acuerdo de los purpurados, se verterá una sustancia química que convierta el humo en blanco y, posteriormente, se anunciará la conocida frase "Habemus Papa".
Alrededor de 45 mil personas se concentraron en la Plaza de San Pedro para presenciar el resultado de la primera votación del cónclave, mientras los cardenales se encerraron en la Capilla Sixtina.
A partir del jueves, las votaciones tienen lugar todos los días, dos por la mañana y dos por la tarde, y si los cardenales electores tienen dificultades para ponerse de acuerdo sobre la persona que debe ser elegida, después de tres días sin resultado, las votaciones se suspenden durante un máximo de un día, para una pausa de oración, libre discusión entre los electores y una breve exhortación espiritual, pronunciada por el cardenal decano de la orden de los diáconos.
Las puertas de la Capilla se cerraron pasadas las 10h50, hora de Ecuador, y se dio inicio al cónclave. 133 cardenales se concentran en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del Papa Francisco. Su llegada al sitio se dio en medio de una procesión desde la Capilla Paulina, donde permanecieron en oración. Los electores se dirigieron a la Sixtina en medio de cánticos y letanías que, según el Vaticano, invocan a la acción del Espíritu Santo para guiar sus deliberaciones.
Una vez en la Capilla Sixtina, el cardenal Pietro Parolin fue el encargado de leer en voz alta el juramento, previo al cónclave.
"Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, emanada el 22 de febrero de 1996″, fue el enunciado que debieron repetir, uno por uno, los 133 cardenales electores.