El vertiginoso avance de la inteligencia artificial (IA) ha traído consigo un incremento alarmante en la generación de residuos electrónicos. Según el informe Global E-waste Monitor 2024 de la ONU, en 2022 se produjeron 62 millones de toneladas de desechos electrónicos, un 82% más que en 2010.
Este crecimiento supera cinco veces la tasa de reciclaje documentado, que apenas alcanza el 22,3%. Se estima que para 2030, la cifra podría ascender a 82 millones de toneladas, exacerbando los riesgos ambientales y de salud pública.
Factores que contribuyen al aumento de residuos electrónicos:
• Obsolescencia tecnológica: Los dispositivos, especialmente los chips utilizados en IA, tienen ciclos de vida cortos, de 3 a 5 años, tras los cuales son desechados.
• Reciclaje costoso: El proceso de reciclaje de componentes electrónicos es caro y, en muchos casos, no rentable para las empresas, lo que lleva a que muchos dispositivos terminen en vertederos o sean incinerados.
• Infraestructura insuficiente: La falta de políticas claras y de infraestructuras adecuadas para el reciclaje contribuye a la baja tasa de recuperación de materiales valiosos como oro, plata y cobre.
Impacto ambiental y económico:
La gestión inadecuada de los residuos electrónicos no solo representa una amenaza para el medio ambiente, debido a la liberación de sustancias tóxicas, sino que también implica una pérdida económica significativa. En 2022, se estimó que se perdieron recursos naturales recuperables por valor de 62.000 millones de dólares.
Iniciativas y soluciones:
Organizaciones como Movilex están trabajando en el reciclaje de residuos electrónicos, logrando tasas de reciclabilidad de hasta el 99% en algunos aparatos. Además, proyectos como RC-Metals y CirCular en España buscan recuperar metales de alto valor a partir de residuos electrónicos.
Expertos como Ana Valdivia, de la Universidad de Oxford, abogan por alargar la vida útil de los dispositivos y repensar el modelo de desarrollo tecnológico actual para mitigar el impacto ambiental de la IA.